domingo, 15 de noviembre de 2015

LA PESADILLA

Llevo días sin poder dormir, cada vez que lo intento ese momento vuelve a mi cabeza, tengo miedo, miedo a cerrar los ojos y revivir aquello, miedo a creer que ha vuelto, ya no sé qué hacer, he probado de todo, desde pastillas hasta un hipnotizador, sí, hace dos o tres semanas que pedí una cita con “El gran Maxime” pero nada funciona, lo tengo incrustado en mi memoria, parece que mi cerebro es masoquista y le gusta sufrir recordándolo, no lo entiendo, han pasado casi cuatro años ¿y vuelve ahora? Vuelve justo en el peor momento, ahora que he conseguido salir de esa zanja que me atrapaba, ahora que por fin vuelvo a vivir solo, ahora que mi vida vuelve a ser normal, ha vuelto.
Me termino el café y decido que es hora de intentar dormir un rato, vuelvo a la cama cierro los ojos y ahí está, empieza aquel día otra vez; estoy haciendo la comida en la casa de la playa, Rubén y Jaime se toman una cerveza mientras se ríen de mi forma de dar la vuelta a las hamburguesas, Raúl se está duchando y Juan, como siempre, está hablando con Inés, su novia, esa que no nos quiere presentar porque teme que la espantemos, abro la neverita y saco una cerveza. Me encuentro enfrente de la puerta del baño, no sé cómo he llegado aquí pero sé exactamente qué nos vamos a encontrar, efectivamente, Raúl está tirado en el suelo con un cuchillo clavado en el pecho, todo se vuelve borroso y cuando parece que todo ha vuelto a la normalidad me encuentro a Juan atado e inconsciente en mitad del salón, un chico aparece, no sé muy bien de dónde, ata a los demás en la barandilla y me da un golpe en la cabeza. Debería haberme despertado pero hoy la pesadilla continua, estoy en una casa en llamas, alguien me ayuda a salir y ahora me encuentro en una habitación demasiado blanca, con millones de tubos que me conectan a maquinas que no reconozco, un policía entra y empieza a interrogarme, por último me cuenta que sólo yo he sobrevivido, han encontrado amenazas hacia mi persona y me han declarado testigo protegido, ahora no soy Carlos, soy Nacho y ya no vivo en Orense sino en Madrid.
Me despierto sobresaltado y justo encima de mí veo una cara que me resulta familiar, no puedo creerlo. –Sabes quién soy ¿verdad? –Me dice sonriendo. –Una pena que no tengas tiempo para charlar. –Me clava un cuchillo en el pecho y todo se vuelve oscuro, ya no tengo miedo.

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